Gufifa
Habíamos bebido bastante, y para variar los temas de conversación entre mis amigos seguían siendo los mismos de siempre. Debe ser que cuando se logra una confianza tan grande, eso de estar casi todo el día juntos en la universidad, eso de aguantar los malos ánimos y también disfrutar los buenos momentos de cada uno. Así que daba lo mismo si se hablaba de algo cotidiano e informal como lo mal que nos caía el profesor de gramática, o hablar de sexo como era la costumbre. Al final de todas maneras se llegaba al tema, no había excusa alguna para no hacerlo.
Luego de la molesta conversación del martes, sobre los moteles y los jacuzzi el tema me mantenía muy molesta. Pero quizás no por una molestia al tema en si, sino por una incomodidad sobre mi experiencia en el tema, o mejor dicho no experiencia.
Pero estando gufifa, con unas cervezas de mas no importaba mucho esa molestia, y me divertía oír lo que el resto contaba como anécdotas simples de la vida.
Cuando ya no había mas dinero, ni cerveza en las botellas, y el reloj indicaba que era hora de marchar hacia las casas de cada uno no hubo mas remedio que partir. Agarrada del brazo de la Marce nos fuimos caminando hasta el paradero de microbuses.
Me costo en demasía encontrar el pase escolar, y me dio un poco de vergüenza usarlo en tal estado y a esa hora de la noche, pero el bolsillo vacío fue mas fuerte y apenas divise una micro que posiblemente me servia la hice parar. Subí, pague, el señor conductor me miro horrible, pero avance hacia un asiento y ahí me quede inmóvil mientras oía música.
En la mitad del camino comenzaron los cuestionamientos innecesario a cerca de si esa era la micro correcta, hasta que ver el cartel con bastante dificultad me calmo.
Luego de la molesta conversación del martes, sobre los moteles y los jacuzzi el tema me mantenía muy molesta. Pero quizás no por una molestia al tema en si, sino por una incomodidad sobre mi experiencia en el tema, o mejor dicho no experiencia.
Pero estando gufifa, con unas cervezas de mas no importaba mucho esa molestia, y me divertía oír lo que el resto contaba como anécdotas simples de la vida.
Cuando ya no había mas dinero, ni cerveza en las botellas, y el reloj indicaba que era hora de marchar hacia las casas de cada uno no hubo mas remedio que partir. Agarrada del brazo de la Marce nos fuimos caminando hasta el paradero de microbuses.
Me costo en demasía encontrar el pase escolar, y me dio un poco de vergüenza usarlo en tal estado y a esa hora de la noche, pero el bolsillo vacío fue mas fuerte y apenas divise una micro que posiblemente me servia la hice parar. Subí, pague, el señor conductor me miro horrible, pero avance hacia un asiento y ahí me quede inmóvil mientras oía música.
En la mitad del camino comenzaron los cuestionamientos innecesario a cerca de si esa era la micro correcta, hasta que ver el cartel con bastante dificultad me calmo.
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